Hola. Usted
no me lo va a creer, pero hace no muchos días soñé con usted.
El rostro
de la señorita no pudo ocultar lo que en ese momento, tan espontáneo e
inesperado, pasó por su cabeza: miedo, primero, después, probablemente al notar
el rostro inofensivo del joven, alivio y luego del desconcierto obvio provocado
por escuchar esas palabras de alguien a quien nunca había visto, la señorita
mostró en sus ojos, en la configuración de sus cejas, en el leve movimiento de
su cabeza sobre el eje de su cuello y en la sutil manera de levantar la
comisura de sus labios, lo que el joven esperaba: curiosidad.
Era la
señal buscada por el joven para darle valor. Cualquier expresión distinta
hubiera significado que la señorita no era con quien había soñado hace no
muchos días. Pero ella quería saber quién era el. Pensó entonces el joven lo
que muchos años más tarde, cuando dejó el vicio de la juventud, confirmaría,
que la señorita no le tenía miedo a la vida, y esto es lo que el soñó, alguien que
le enseñara como vivir sin miedo.
Esa tarde
tomaron café, el siguiente mes se tomaron de la mano.
2 comentarios:
Grandes escritos espero que sigas publicando, me gustaría seguir leyéndote. ¡Felicitaciones!
Publicar un comentario